martes, 5 de febrero de 2008

El olor de una conífera

El olor de una conífera, un sitio libre para aparcar, un semáforo que cambia a verde para dejarme pasar. Sucesos maravillosos que me ocurren hoy.
Subo por las escaleras exteriores del edificio donde trabajo. Un edificio de 6 plantas, feote, todo de cemento, sin un sólo desliz hacia la estética.
Enfrente se ve el edificio de Globomedia, la productora que hace Médico de Familia, 7 vidas, y otras pocas series de televisión.
Se distinguen en la planta dos las salas de vestuario. Una denso bocadillo de mil lonchas de algodón y poliéster de colores.
Desde aquí, a veces también vemos el futbolín que tienen en su cafetería, y la terracita con tumbonas..., mola. Es agradable incluso verlo, es otra forma de disfrutarlo.
Hay días que ruedan en la calle. La semana pasada, por ejemplo, había un coche de policía, un SAMUR y unos bomberos en la calle, con las sirenas a todo trapo. Había alguien en el suelo, ¿muerto?. Sí, seguramente, era un muñeco que interpretaba con admirable solemnidad su papel de víctima. Tiene su cosa, la verdad.
La tropilla que trabaja en la productora es también cosa curiosa. Es otra estirpe sin duda. Abundan las chicas. Muy modernas ellas, ajustadas, con zapatos de colores, flequillos rectos, poniendo morritos cuando fuman y entrecerrando los ojos, para darle más intensidad a una imagen muy bien estudiada.
Ellos con vaqueros, barba de unos pocos días (imprescindible), camisetas de marca, alguna gorra y un aire desaliñado propio de los 16 años. Demasiado pueril, para mi gusto. Al contrario que ellas, me da la sensación de que ellos se sienten engañados con su ropa, saben que están sufriendo una tomadura de pelo, porque visten igual que sus sobrinos, pero fingen que les gusta; y es que en realidad no saben cómo escapar de ello. Pobres.
Ah, y fuman, fuman como condenados también. Supongo que este vicio alcanza aquí su máximo desarrollo por ser un hábito social. Son tan sociales (no lo había pensado hasta hoy), que nunca van solos, siempre se acompañan de alguien, y en último caso utilizan el móvil como una salida de emergencia para no descolgarse de su tribu mientras caminan por la calle en solitario.
El resto son más normales (o somos más normales). Y por normal quiero decir más parecidos. Ambiente de oficina, tarjetitas colgadas del cuello como medallas, trajes de Zara, chicas con pintalabios del Bodybell, algún tiburón engominado, y alguna rubia con un Mini de color rojo y llantas cromadas.
También hay talleres al otro lado de la calle, y por supuesto muchos mensajeros conduciendo a 80 en segunda, sin mirar hacia delante, buscando seguramente un edificio.
Desde donde trabajo ahora se ve la M40 y la A1. Es genial, se domina gran parte de la ciudad. En realidad sólo San Sebastián, pero es genial de todas formas.
Estamos orientados hacia el este, así que vemos amanecer, y un par de veces al día, una bandada de palomas hace pasadas en círculo alrededor de una torre cercana, y yo siempre me acuerdo de la Plaza de San Marcos de Venecia.
Han venido chicos nuevos. Muchos. Como han entrado casi a la vez, se ha creado entre ellos un sentimiento de protección y de grupo.
Está Javi, o Javix, el hombre OpenSource. Un freak del Linux, el Openmoko, las redes wifi y otros mundos paralelos al nuestro. Ayer nos confesó orgulloso que él era el autor del driver para el vibrador del Openmoko, un móvil opensource con el que no sé si es posible hacer llamadas, pero que a Javi le encanta. Un comité de sabiox, incluso, ha propuesto su driver para la próxima release de Linux. Javi controla, está en la cumbre.
Antonio es de Granada, y dice que se ducha todos los meses, incluso aunque no le haga falta. Antonio es así. En realidad es José Antonio. Todos le llaman José, y yo le llamo Antonio, porque se le escapó decirme que sólo su padre le llama Antonio. Así que, para imponerle, yo le llamo Antonio.
Marta es otra de las chicas nuevas. Pelo largo y moreno, de piel blanca, huesos faciales muy marcados, con una boca larga y fina. Ligeramente, bueno apreciablemente encorvada. Es tangencial, no incide en nada, pero tampoco evita el contacto. Habla rápido y desde la garganta, su voz no nace en el pecho, todo me hace pensar que le falta algo de autoconfianza.
Xavi 1 es de Hospitalet. Habla mucho, es alto y fuerte, con cara de chico sano. Habla quizás demasiado alto, construye diálogos sencillos y alarga mucho las vocales con las que terminan sus frases. No busca conocimiento en la comunicación, tan sólo quiere expresarse. Tiene vocación gregaria y presume de golfo.
Xavi 2 es más discreto. Sí tenemos dos Xavis. Xavi 2 es de facciones aniñadas, ojos muy abiertos, carrillos sonrojados, rostro estrechito y pelo rizado. Viste muy casual y se mueve con cautela. Cuando habla se balancea en sus frases creando pausas, esperando ver el efecto de su discurso en su interlocutor antes de seguir hablando. Esto me produce cierta desconfianza, me da la sensación de que acecha.
Es reservado, casi introvertido a veces. No sé si no se atreve a mezclarse, o no desea mezclarse. Pero sí sé que hay algo entre medias.
Vincenzo es italiano. De Pavia, creo. Es muy italiano. Guapete, ropa de marca (muy informal él). Habla a grito pelao con ese acento tan característico de los italos. Es impetuoso, te interrumpe para preguntarte por la fuente de alimentación aunque estés hablando al teléfono. Es nervioso, se mueve rápido, es de carácter fácil y amigable. Muy voluntarioso. Tiene el pelo largo, muy oscuro, como sus ojos pequeños. Tiene boca pequeña y cara en forma de pentágono, con los pómulos prominentes.
Fernando es silencioso. Bajito, moreno, calvicie incipiente, hombros estrechos y con cejas que se cierran con fuerza sobre el puente de la nariz. Es un recién licenciado, y viste como si estuviera todavía en la universidad. Eso me hace gracia, y el otro día le dije que cuándo iba a dejar de traerse la cazadora de "Alvin y las Ardillas" al trabajo. Pobrecillo, al día siguiente se trajo otra chaqueta. Es inteligente, dócil y trabajador. El sueño de cualquier jefe. Este es el que me ha tocado a mí ;).
Vaya, no me había percatado de que eran tantos: ¡siete!.
Empiezo a sentir que me desconecto un poco, y eso no me gusta. Como es normal, han cerrado filas, y se percibe (quizás sólo sea yo el que lo percibe), que hay un grupo de veteranos y otro de novicios. No sienten la necesidad de relacionarse con los veteranos porque se tienen a ellos mismos.
Pero me gusta, es positiva también esta diversidad. Después de un año y pico, las bromas son todas muy parecidas, y los temas de conversación se van alineando. Esto abre nuevas posibilidades.

Yo seguiré observándolos :)

1 comentario:

Anónimo dijo...

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