martes, 10 de noviembre de 2015

Propósitos previos al nuevo año



Llevo un tiempo paralizada, con las manos atadas, como si hubiera ingerido un veneno que hubiera creado ataduras invisibles que ahora envuelven mis manos y me impiden escribir y dibujar.
En realidad las cuerdas están en mi mente, y los nudos que crean son mágicos y no consigo tirar de los cabos adecuados para desenredar el manojo que me ata.
Es una situación extraña, siempre la califico de pasajera, porque desde que tomé conciencia de ella me dije a mi misma que el paso del tiempo acabaría borrándola del mapa, de mi mapa, pero el tiempo pasa y aunque la sensación de las ataduras es más ligera, no termina de desaparecer del todo.
He buscado, y encontrado, numerosas justificaciones a su existencia, pero ninguna con el peso suficiente para que me resulte convincente. Me levanto con ella por la mañana y me acompaña a lo largo del día hasta que me acuesto por la noche. Me hace reflexionar a veces, aunque nunca con la profundidad que el asunto se merece. Se ha convertido en una compañera no deseada que no me deja a solas ni un minuto. 
Sin embargo, estoy decidida a hacerla desaparecer. Voy a comenzar asustándola con las láminas del kamishibai que voy a preparar para La sopa de Alba, para lo que pretendo ponerme manos a la obra en los próximos días. Ensayaré los teatritos preparando un par de historias más, y después seguiré con la programación de las presentaciones en las librerías que han mostrado interés por mi libro. También terminaré de leer El libro de los amores ridículos de Milan Kundera, y ¡por fín! Acabaré el álbum de viaje de Sri Lanca de octubre de 2014.
También me gustaría preparar algo especial para las fechas navideñas, pero iré poco a poco cerrando asuntos, evitando la confusión que me genera tanto ruido y termina por paralizarme.
Espero en breve, ir poniendo ciertas cosas en su sitio.

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