sábado, 5 de febrero de 2011

Ludoteca de Manzanares


La primera vez que leí los poemas de Elvira, no pude resistir la tentación de coger un lápiz y comenzar a esbozar algunos de sus protagonistas en los márgenes del texto.
Recuerdo que las primeras figuras que esbocé fueron las de las dos pequeñas hormigas del poema “Las amigas”, dándose la mano y sosteniendo un paraguas.
Dibujar es algo que permite que vueles con un lápiz entre los dedos y tiene más magia incluso que la que se necesita para poder volar por los cielos con una escoba entre las piernas.
Puedes convertirte en una inventora, una descubridora, una maga, y crear personajes de todo tipo y condición.
Puedes encoger las orejas de los elefantes, hacer que a los cocodrilos les crezcan las alas o que los patos tengan las pezuñas de un caballo…y todo ello sin necesidad de acudir a la cirugía estética!!!
Puedes hacer que las paredes tengan ojos, que a los árboles les crezcan brazos, o que las ranas luzcan largas cabelleras rubias.
Con un lápiz entre los dedos se puede hacer lo que se desee.
Quizá por eso comencé a dibujar: para lograr que de algún modo, todos mis deseos se cumplieran, por muy difíciles que parecieran. Para dibujar sonrisas en las caras enfadadas, borrar las lágrimas de las caras tristes o cambiar el color de los ojos de mis protagonistas sin tener que usar lentillas de colores.
Y de este modo, con un simple lápiz entre los dedos y unos recortes de papel, he brincado y saltado junto a los protagonistas de los poemas de Elvira, y me lo he pasado de rechupete.
Ha sido una aventura muy divertida y refrescante que he disfrutado a lo grande. Por eso, quiero agradecer en especial a dos personas, que todo esto haya sido posible:
En primer lugar, a mi amigo David, que fue quien me ofreció leer por primera vez los poemas de Elvira, y de quien ambas hemos recibido el regalo de la preciosa introducción del libro
En segundo lugar a mi querido y fiel Josechu, ya que sus idas y venidas, sus subidas y bajadas, sus eternos recorridos por las enormes tiendas de ordenadores y electrónica en nuestro primer viaje a Tokyo, me permitieron disfrutar de largos tiempos de espera de los que surgieron los primeros bocetos de los personajes de mis ilustraciones, a veces incluso sobre los papeles de propaganda de los propios establecimientos.
Y no quiero dejar de citar a mi pequeña Noa, en compañía de quien dibujé las últimas ilustraciones del libro estando aún en mi barriga.
Como acabo de deciros, ha sido una gran aventura, y deseo que todos vosotros, cuando recorráis una a una las páginas de este libro, os contagiéis de dicha aventura, y os llene de luz la poesía de Elvira, y os llenen de sonrisas los personajes que ilustran cada uno de los poemas.

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